domingo, 21 de agosto de 2011

Ciclo de encuentros Espacios de-coloniales

Ciclo de encuentros
Espacios de-coloniales
Organiza:
Universidad Nacional de Río Cuarto

                Nuestra América Originaria, a partir de 1492, es re-fundada con la marca de la colonización y la conquista, incorporada a un Sistema-Mundo, que irá construyéndose como proceso de mundialización y polarización, con francos rasgos estructurales de carácter económico, social e histórico,   definido dicho proceso por relaciones de dominación. Este plan de constitución del sistema-mundo capitalista se desarrolló en torno de la articulación de tres áreas continentales: América, África y Europa, a partir de la división del trabajo y de la explotación. África y América pusieron ¿a disposición? además de los millones de trabajadores explotados (aniquilados física y culturalmente, constituyéndose en víctimas de brutales genocidios y etnocidios), sus recursos minerales y sus tierras, mientras  que Europa, en especial la del Atlántico Norte,  “puso” la manufactura (Badano y otros, 2011).
                En dicho proceso, emergen los países centrales como centros de poder, constituyéndose en los garantes de la preservación del orden mundial y, a la vez, son la  condición necesaria para la  expansión y consolidación de la institucionalidad político-ideológica y militar por donde se canaliza la dirección global del sistema-mundo capitalista (Badano y otros, 2011).  La existencia de los centros y las periferias es simultánea y estructural. En otros términos, los países de la periferia no están en "vías de desarrollo" sino que, por el contrario, el "subdesarrollo" es parte estructural del sistema-mundo. De este modo, el orden mundial del capitalismo es un orden colonial e  imperial.
                La  colonialidad del poder establece y fija una jerarquía racializada: la supuesta superioridad “natural” se expresó, como dice Quijano, “en una operación mental de fundamental importancia para todo el patrón de poder mundial, sobre todo respecto de las relaciones intersubjetivas”; así, las categorías binarias tales como oriente/occidente, primitivo/ civilizado, irracional/ racional, mágico  /mítico- científico y tradicional/moderno justifican la superioridad e inferioridad -razón y no razón, humanización y deshumanización (colonialidad del ser) y suponen el eurocentrismo como perspectiva hegemónica de conocimiento (colonialidad del saber) (Quijano, 2000), como pretendido universalismo.
                Hacer visible la colonialidad del poder, al decir de Quijano, supone asumir una perspectiva de-colonial, de interculturalidad crítica, que denuncie la matriz de poder, la trabazón histórica entre la idea de “raza” como instrumento de clasificación y control social  y el desarrollo del capitalismo mundial (moderno, colonial, eurocentrado), planteado como un universalismo irreversible, ubicando al Sur en el pasado del presente.
                Asumir la interculturalidad crítica implica en primer lugar una toma de distancia del multiculturalismo. Como sostiene Jameson y Žižek, (1998) "... el multiculturalismo es una forma de racismo negada, invertida, autorreferencial, un ´racismo con distancia´: ´respeta´ la identidad del Otro, concibiendo a éste como una comunidad ´auténtica´ cerrada, hacia la cual él, el multiculturalista, mantiene una distancia que se hace posible gracias a su posición universal privilegiada. El multiculturalismo es un racismo que vacía su posición de todo contenido positivo (el multiculturalismo no es directamente racista, no opone al Otro los valores particulares de su propia cultura), pero igualmente mantiene esta posición como un privilegiado punto vacío de universalidad, desde el cual uno puede apreciar (y despreciar) adecuadamente las otras culturas particulares: el respeto multiculturalista por la especificidad del Otro es precisamente la forma de reafirmar la propia superioridad".
                La perspectiva intercultural crítica debe también realizar un trabajo de orientación de-colonial dirigido a quitar las cadenas que aún están en las mentes, como decía el intelectual afro-colombiano Manuel Zapata Olivella, des-esclavizar las mentes, en palabras de Malcolm X, y desaprender lo aprendido para volver a aprender, como argumenta el abuelo del movimiento afro-ecuatoriano Juan García. Tarea intelectual, y  no de "expertos", que procura des-ocultar las estructuras sociales, políticas y epistémicas de la colonialidad, y alentar nuevos y nuestros procesos, prácticas y estrategias de intervención para leer críticamente el mundo, como enseñaba Freire, y para comprender, (re)aprender y actuar en el presente, ampliando las prácticas democráticas.
                A partir del auge de la ideología de la globalización neoliberal mundial (o transnacionalización mercantil mundial), la cultura y el ethos de los espacios públicos, y con marcada fuerza en los proyectos educativos, acentúan un colonialismo que en nuestra Latinoamérica y especialmente en nuestras universidades del Sur ha asumido diversas caras: así, los diferentes tratados de libre-comercio han ido instalando, junto a otros factores, una progresiva mercantilización en la educación superior y a su vez, profundizando la tensión público-privado. En este contexto, la exaltación de “lo privado” no sólo se presenta como un núcleo regulador de la vida institucional —configurando nuevas subjetividades colonizadas, formas de ser, de hacer y de habitar la universidad—; sino también, marcando formas de producción del conocimiento, promoviendo valores de neto cuño empresarial, tiende a configurar lo que Slaugher y Leslie (2010) calificaron como “capitalismo académico”, orientándose fuertemente hacia el mercado, e instalando dispositivos pedagógicos cada vez mas excluyentes. Esta lógica privatista-empresarial entra en confrontación con aquellas nociones más básicas de la democracia y la participación dentro y fuera de la universidad; pues es una lógica coherente con formas de operar en espacios reducidos y a espaldas de los actores, no sujeta a mandatos colectivos. Más aún, "lo que el discurso hegemónico pretende propiciar es que los procesos sociales pasen a ser gobernados sustancialmente por la propia dinámica de la innovación tecnológica, en contra de opciones colectivas fundadas en valores y proyectos que puedan ser discutidos en espacios públicos" (Ascelrad, 2006).

                La universidad, desde la matriz de la globalización neoliberal,  se torna colonizada y colonizadora, tanto en sus prácticas político–institucionales como en sus prácticas académico-científicas. Colonizadora ya que " la Universidad no sólo participó en la exclusión social de las razas y las etnias consideradas inferiores, sino que también teorizó sobre su inferioridad, una inferioridad extendida a los conocimientos producidos por los grupos excluidos, en nombre de la prioridad epistemológica concedida a la ciencia" (Santos,  2006). Este "inventario", en sentido gramsciano, del carácter colonial de la universidad no supone negar la ciencia sino realizar la crítica a la ideología que, en nombre de la ciencia, niega los saberes de las comunidades consideradas "subalternas".
                Por el contrario, y de manera contra-hegemónica, una postura de-colonizadora de la universidad, sostiene valores y prácticas de ciudadanía y participación; parte de la no-naturalización de las condiciones actuales y  se posiciona desde la ecología de saberes, es decir "desde  una forma de extensión en sentido contrario, desde afuera de la universidad hacia adentro de la universidad". La ecología de saberes "consiste en la promoción de diálogos entre el saber científico y humanístico que la universidad produce y los saberes legos, populares, tradicionales, urbanos, campesinos, provincianos, de culturas no occidentales (indígenas de origen africano, oriental, etc.) que circulan en la sociedad" (Santos, 2006).
                La reinvención de la emancipación social,  a la que apunta Santos (2006), supone de-construir la matriz colonial que nuestras sociedades latinoamericanas han naturalizado, requiere interpelar los espacios y mecanismos de producción del conocimiento, abrir e impulsar redes entre  universidad  y organizaciones sociales, los movimientos y sus luchas. Implica la construcción política de un espacio donde, por un lado, se interpele la “vieja universidad” y, por otro,  donde se elaboren nuevos criterios de razón y verdad (epistemes) y nuevas condiciones de saber.  Es por ello que, cada vez con más fuerza, surge la necesidad de un debate amplio, profundo y que involucre a otros actores además de los miembros de la comunidad científica, esto es,  grupos de intelectuales, organizaciones sociales en torno a la producción y utilización significativa  del conocimiento (Giarracca, 2011).
                Se trata de volver a pensar la universidad pública desde un proyecto social,  popular y emancipatorio, recuperando historias y matrices del pensamiento crítico, memorias de las luchas sociales, agudizando miradas problematizadoras tanto sobre los procesos hegemónicos, como sobre sus resistencias; profundizando y/o promoviendo todas las instancias de participación social con sectores y organizaciones que conforman el campo popular.
                Por eso es preciso re-instalar debates,  opciones y propuestas críticas también emergentes de nuestra historia universitaria -Varsavsky (1983, 1994), A. Herrera (1971), J. Sábato (1983); Darcy Ribeiro (1971)- para aportar a la construcción de un nuevo proyecto, pensado esta vez desde múltiples actores sociales y procedencias académicas y militantes. Adherimos a la propuesta de Svampa (2008) respecto de la sociología crítica y la hacemos extensiva a la totalidad de las prácticas universitarias, de tal modo de asumir el desafío político y militante, que" retome una mirada regional, propia de otras épocas, pero sin abandonar por ello los aspectos específicos de nuestras realidades nacionales y el análisis de las subjetividades y que se construya desde un paradigma epistemológico comprensivo".  Será  este ciclo un horizonte cercano para  pensar  la "nueva" universidad.

Bibliografía
Ø  Acselrad, Henri. (2006). Las políticas ambientales ante las coacciones de la globalización. En publicación: Los tormentos de la materia. Aportes para una ecología política latinoamericana. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires.
Ø  Badano, María del Rosario; Basso, Raquel; Benedetti, María Gracia; Angelino, María Alfonsina; Ríos, Javier; Serra, María Florencia; Verbauwede, Viviana; Cardelli, Jorge (2011). Eurocentrismo y ciencias sociales. Reflexiones en el campo universitario. Editorial Fundación La Hendija. Universidad Nacional de Entre Ríos.
Ø  Jameson, Fredric y Zizek, Slavoj. (1998). Estudios culturales: reflexiones sobre el multiculturalismo. Paidós,  Buenos Aires.  
Ø  Mignolo, W. (2003). Historias locales / diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo. Madrid: Akal.
Ø  Quijano, A. (2000). “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”. En: Lander, E. (comp.). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales.Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO.
Ø  Svampa, Maristella (2008). Cambio de Época. Siglo XXI editores. CLACSO coediciones.
Ø  Walsh, C. (2009). Interculturalidad, Estado, Sociedad: Luchas (de)coloniales de nuestra época. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar/AbyaYala.
Ø  Walsh, C. (2008). “Interculturalidad crítica, pedagogía decolonial”. En: Villa, W. y Grueso A. (comp.). Diversidad, interculturalidad y construcción de ciudad. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional/Alcaldía Mayor.

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